Carola y yo en La Roma tomando café |
Si bien el pasear los domingos con mi perrita por la colonia
Roma no es una experiencia religiosa, tiene sus placeres y sus contratiempos. Por
ejemplo, está lleno de perros, es un placer, hay muchas cacas, es un
contratiempo; saber que no es culpa de los canes, es un placer, señalarle al
dueño que recoja su caca (la del perro no la de él, ya sería el colmo) tiene
sus contratiempos y me explico por qué.
Caminábamos plácidamente Carola y yo por la calle Colima
cuando me encontré con una perrita en posición ‘B invertido’ (como en los
clavados), desprendiéndose de ella unas bolitas amorfas de color amarillento comúnmente
llamadas caca, después de su triunfal desahogo siguió la técnica de ‘hacer el
carrito’ que consiste en imitar a un niño berrinchudo arrastrando su trasero
por el suelo impulsándose con las patitas de adelante y las de atrás levantadas
con dirección hacia el cielo.
Me conmovió hasta el alma porque los que tenemos perros
sabemos que esa acción las utilizan los mejores amigos del hombre cuando tienen
lombrices en la cola, después del dato técnico prosigo con la observación: a lado
de la perrita se encontraban dos hipsters
vestidas con sus pants Adidas retro,
guapas ellas, que en un gesto de buena voluntad les valió madres levantar las
bolitas embarradas en el pavimento de su perrita, paso siguiente, lanzo una
mirada hacia las susodichas intentando mandar un mensaje de ‘limpien la caca’.
Me respondieron con una mirada de ‘¿qué me ves pinchi naco’.
Conteste con otra mirada de ‘no es posible, por eso México no avanza’. Me regresaron
el cumplido con ‘no somos de México, boludo’. Acto seguido, enderecé el
pescuezo, tomé firme la correa de Carola y caminamos a lado mandando un mensaje
corporal de ‘váyanse al diablo’. Ya no miré atrás porque de seguro ellas
respondieron mi mensaje mandándome a otro lugar más lejos, o que huele más feo…
Dos cuadras después de la perrita cagona, sin siquiera
pretexto alguno, Carola y yo fuimos interceptados por un anciano decrépito,
intuyo que pulcro en los asuntos de la higiene pero interesado en llevar la malograda
técnica militar de Bush de acabar con el problema antes de que cause daño, me increpó
preguntando: ‘¿trae bolsa pa´la caca?’. Mi respuesta fue contundente: ‘chingueasumadre’.
Concluyo que al anciano le falló el timing, a mí la paciencia, a la perrita la desparasitada y a las hipsters la vergüenza, de todos modos,
pasear con Carola por La Roma, si no fue una experiencia religiosa, si fue
divertida y enriquecedora. Vayan los domingos, se desayuna bien, se pueden comprar
objetos (carísimos) antiguos o pasar el tiempo en uno de sus cafecitos que pululan
por todo el barrio.
Posdata: Pasear con tu perrita te puede atraer muchas miradas…
de hombres. Ahí me tienen pasando vergüenzas lanzando miradas de que soy bien
machote… ¡jajaja! Pero claro, todo mundo con muy buena vibra… ¡gracias colonia
Roma!
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