lunes, 23 de septiembre de 2013

Miradas que matan en La Roma

Carola y yo en La Roma tomando café
Si bien el pasear los domingos con mi perrita por la colonia Roma no es una experiencia religiosa, tiene sus placeres y sus contratiempos. Por ejemplo, está lleno de perros, es un placer, hay muchas cacas, es un contratiempo; saber que no es culpa de los canes, es un placer, señalarle al dueño que recoja su caca (la del perro no la de él, ya sería el colmo) tiene sus contratiempos y me explico por qué.
 
Caminábamos plácidamente Carola y yo por la calle Colima cuando me encontré con una perrita en posición ‘B invertido’ (como en los clavados), desprendiéndose de ella unas bolitas amorfas de color amarillento comúnmente llamadas caca, después de su triunfal desahogo siguió la técnica de ‘hacer el carrito’ que consiste en imitar a un niño berrinchudo arrastrando su trasero por el suelo impulsándose con las patitas de adelante y las de atrás levantadas con dirección hacia el cielo.

 
Me conmovió hasta el alma porque los que tenemos perros sabemos que esa acción las utilizan los mejores amigos del hombre cuando tienen lombrices en la cola, después del dato técnico prosigo con la observación: a lado de la perrita se encontraban dos hipsters vestidas con sus pants Adidas retro, guapas ellas, que en un gesto de buena voluntad les valió madres levantar las bolitas embarradas en el pavimento de su perrita, paso siguiente, lanzo una mirada hacia las susodichas intentando mandar un mensaje de ‘limpien la caca’.
 
Me respondieron con una mirada de ‘¿qué me ves pinchi naco’. Conteste con otra mirada de ‘no es posible, por eso México no avanza’. Me regresaron el cumplido con ‘no somos de México, boludo’. Acto seguido, enderecé el pescuezo, tomé firme la correa de Carola y caminamos a lado mandando un mensaje corporal de ‘váyanse al diablo’. Ya no miré atrás porque de seguro ellas respondieron mi mensaje mandándome a otro lugar más lejos, o que huele más feo…
 
Dos cuadras después de la perrita cagona, sin siquiera pretexto alguno, Carola y yo fuimos interceptados por un anciano decrépito, intuyo que pulcro en los asuntos de la higiene pero interesado en llevar la malograda técnica militar de Bush de acabar con el problema antes de que cause daño, me increpó preguntando: ‘¿trae bolsa pa´la caca?’. Mi respuesta fue contundente: ‘chingueasumadre’.
Concluyo que al anciano le falló el timing, a mí la paciencia, a la perrita la desparasitada y a las hipsters la vergüenza, de todos modos, pasear con Carola por La Roma, si no fue una experiencia religiosa, si fue divertida y enriquecedora. Vayan los domingos, se desayuna bien, se pueden comprar objetos (carísimos) antiguos o pasar el tiempo en uno de sus cafecitos que pululan por todo el barrio.
 
Posdata: Pasear con tu perrita te puede atraer muchas miradas… de hombres. Ahí me tienen pasando vergüenzas lanzando miradas de que soy bien machote… ¡jajaja! Pero claro, todo mundo con muy buena vibra… ¡gracias colonia Roma!
 

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