Hay dos cosas que siempre me
dicen los chilangos cuando saben que soy tapatío: ‘allá no nos quieren a los
chilangos ¿verdá?’ y ‘oyes ¿que Jalisco es el San Francisco de México? (por los
gays). Uno de los dos señalamientos me apena, el otro… es parte de mi orgullo
de ser jalisciense… o como dice la porra: ‘¿cómo no los voy a querer..?’Y les
voy a contar por qué…
Hace
muchos años, en mi infancia tuve mi primer acercamiento con el tema de los gays
(que en ese entonces se conocían como ‘jotitos’) cuando supimos que a Manuel,
un decente ‘jotito’ que trabajaba en la casa como jardinero, Sofía, nuestra
muchacha, le había quitado esos atributos en dos precisos momentos, el primero
cuando los descubrieron a beso y beso borrachos en la sala un día que mis papás
habían salido de fin de semana y regresaron antes de lo previsto y que dio como
resultado: una regañadota, el perdón a Sofía y el despido de Manuelito. No sin
antes oír decir a mi mamá que Manuelito resultó no tan ‘jotito’.
Y el
segundo momento fue cuando Sofía y Manuelito decidieron huir de la ciudad,
según nos dijo la prima de Sofía que trabajaba con la vecina, con todo y la
ropa y la bicicleta de mi papá (que lo dejaron sin un calzón, cuenta mi mamá)
para, fuera de miradas díscolas, reiniciar una nueva vida, la de Manuelito,
claro está. Aquí, cuando mi mamá volvió a comentar que Manuelito no salió tan
´jotito´ mi papá agregó ‘pero sí un pinche ratero’.
Años
después, sentado en la sala de mis abuelos, me vi en la disyuntiva de ‘¿y qué
tal si me vuelvo ‘jotito’?’ digo, con tanta desinformación y desprecio a los
diferentes que yo, con una sociedad llena de doble moral, haber estudiado en
escuela católica, con prejuicios y atemorizado por el ‘ten miedo de Dios’ y la
culpa (¡ah! y el hecho de que un primo se fue de su casa corrido porque lo
descubrió mi tío con novio), cualquier joven de 12 o 13 años como yo, tenía
derecho a creer que cierto día, por gracia (o desgracia) divina, iba a amanecer
gustándome los hombres y sería la tragedia mundial, sobre todo para mi papá…
después me descubrí viendo durante cuatro horas seguidas el futbol por la
televisión… di por descartada esa posibilidad. (Además, fue reforzada por los
varios años de investigación que realicé en técnicas eficaces de andar viendo a
las hermanas de mis amigos bañarse en la regadera).
El
tiempo pasó y conocí, trabajé, quise, quiero, trabajo, me divierto, comparto y
lucho a su lado con una cantidad considerable de gays, lesbis y tod@s sus
categorí@s, gente hermosa que me han enseñado muchas cosas, ¡ah! y que también
han sido una patada en los huevos porque ya no me puedo aventar ningún chiste
de gays o lesbis (lechuguitas) frente a ellos porque me echan unos ojos, que
qué bárbaros (Esa sería una crítica, también ustedes, sí, ya sé que han sufrido
mucho durante generaciones, pero tienen que ser más abiertos al humor
#FavorDeNoMamar). En fin, la cosa es que me han hecho sentir muy bien a su lado
y poco a poco he entendido y aprendido su lucha y sus derechos, claro, porque
tuve que aprenderlos. Por eso la lucha lésbico-gay-transexual-y-anexas por sus
derechos es también mi lucha.
Y
¿cómo no los voy a querer? Si a la última fiesta gay que fui nos embarazamos de
mi hermosa Lorenza… ¡jajaja! fue lo más chingón que me ha pasado en la vida…
¡gracias a tod@s!
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