miércoles, 11 de diciembre de 2013

‘Netas divinas o vean dónde hacen pipí, hermosas damitas’

Educando a papá
Llevo un año sin horno de microondas y no siento que me haga falta…  ¿Se podrá utilizar esta misma referencia, cuando de relaciones con una dama se reflexione ¿Pregúntome yo?

El domingo pasado, junto con otros dos baquetones, nos dedicamos todo el día a ver futbol y a comer pizza con cerveza, algunos a desahogar el intestino con emisiones sabor a potasio y a echarle la culpa al perro y otros a dormitar un rato mientras los cinco o seis encuentros se discutían. La pasamos muy bien…

Por otro lado, pensando en algunos instantes de mi vida, cuando he estado en situación de crisis, o sea, viviendo en pareja, hubiera sido imposible gozar de todo un domingo sin la necesidad de interrumpir un partido para ir a casa de ‘sus’ papás a comer, levantar y bajar la tapa del baño (Pregunta de los 64mil: ¿Por qué no ven las mujeres dónde se van a sentar al hacer pipí?), en fin, el amor es hermoso como un mes, después entran esas ansias de la mujer por controlar qué comes, cómo te vistes, cómo le cambias a la tv ‘¿Por qué ves futbol todo el día?’ ‘¡Cámbiale del History Channel, que ya empezó Netas divinas!’ ¡Puta madre! (Esto último es expresión mía) ‘¿Ya sacaste la basura?’ ‘Mañana tenemos que ir con mis tíos que vinieron (Y aquí usted pone un pueblo, ciudad o país de donde la susodicha tiene parientes visitadores, que no son parientes, pero como la conocen desde chiquita les dice ‘tíos’) y quiero que te vistas decente, no con tus bermudas’.

Un día viví con una damita, cuando a media noche llegó su prima que porque la había golpeado su marido y sólo alcanzó a empacar una caja llena de zapatos y a su hija… una hora más tarde arribó el golpeador con la intención de pedir disculpas, yo creo que eran muy sinceras porque llegó con su suegro, o sea, con el papá de la golpeada, que intercedió por este, o sea, por el golpeador, para que regresara con él, o sea, con el golpeador no con el suegro de este, jurándole, los dos, que nunca volvería a pasar… a los tres días agarré mi caja de zapatos y salí de esa familia.

En otra ocasión, descargué mi fanatismo por vivir en pareja con una (Aquí usted ponga algún adjetivo descalificativo, le sugiero perra). Me engañó, me puso los cuernos con un compañero de trabajo en mi carro que le presté para evitar que, en mi papel de protector, no la dejara a media noche su automóvil cuando saliera de una fiesta del trabajo. Ahí se condicionaron dos verdades: la primera, que no nada más mi coche era más seguro que su carcancha, mecánicamente hablando, si no más acogedor; y la segunda, que la venganza sabe dulce… él se casó con ella.

No sé a dónde me lleve el camino de la vida, no sé si encontraré otra vez el amor de un mes para seguir disfrutando al escribir de ellas. Lo único que sé es que, a pesar del recorrido de la tabla periódica de los elementos con los olores emanados por los asistentes a ver un partido de futbol y la molestia de limpiar líquidos ajenos en la tapa del escusado, convivir un domingo con amigos, es la delicia de la especie humana, en su género masculino, claro.

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