miércoles, 4 de diciembre de 2013

Investigación antropológica tapatía. Un trabajo de campo sin querer


Un homenaje en sus 30 años de fallecido con
una narración Ibargüengoitiana
Visité la @FILGuadalajara, comí tortas ahogadas, festejé el triunfo de los @LeonesNegrosCF, fui a @FarmaciasGdl, desayuné en el @ToksMx de Plaza Universidad, cené en el @SantoCoyoteGDL y retomé mi regreso vía el @AeropuertoInternacionaldeGuadalajara (GDL), claro, además de pasar al @WalmartMexico a comprar leche para mi nena. En 6 días visitando la tierra que me vio nacer, experimenté un estudio antropológico sin querer, que me ayudó a describir someramente qué somos los tapatíos, a qué le tiramos y porqué somos tan mamilas. A continuación mis reflexiones.

Yo digo que tenemos características propias que nos distinguen de los marcianos porque hablamos español cantadito y porque le vamos al Atlas o a las Chivas, pero el tapatío, en el fondo, creo que no es de este planeta, sueña en grande, se siente el ombligo del mundo y come tortas ahogadas. ¿Podemos analizarnos desde un ángulo antropológico? Veamos mi investigación de campo.

Llegué un jueves y claro, mi familia me llevó a comer una torta ahogada… ¿Por qué como tapatíos creemos que uno cuando vive fuera, lo que más extraña es el (b) virote salado relleno de carnitas y bañado con una salsa de tomate, chile y adornado con cebolla morada? O más bien ¿Por qué creemos que sólo en GDL hay tortas ahogadas?

Primero, la verdad es que he comido cosas mejores, pero además, he probado y comprobado que en otros lados existe el bolillo salado, por ejemplo en el DF en una tienda de pan poco conocida… llamada El Globo. Así que cuando se me antoja una, me sale baratísima, porque me la preparo y no gasto en el avión a GDL. Muchos de mis paisanos radicados en la capital, como críticos gourmet del (b) virote salado,  me han insultado cuando les comento de este asunto, pero bien que se comen las tortas cuando se las cocino… una característica propia del oriundo de por allá es su exquisito paladar educado con tortas ahogadas, birria, jericallas y tacos de ‘El Urge’.

En temas culturales, al tapatío se le puede admirar en los momentos en que visita la @FILGuadalajara que es, por supuesto, cuando es partícipe de un entramado de gente cargando hojas de publicidad de libros regaladas y que, sin querer discutir el tema, nomás anda estorbando. Como jalisciense fui a participar en el estorbo multitudinario y pude contemplar, también, la hermosa tradición de las secundarias, prepas y/o universidades de llevar a sus angelicales adolecentes a conocer y empaparse de cultura andando gritando, corriendo y noviando en los pasillos.

También vi a los que atienden los stands, esos estudiantes que con toda estoicidad hacen su servicio social, y lo digo porque aunque muchos estudian ingeniería, contaduría, educación física o paisajismo, la gran organización del servicio social de la UDG e incorporadas, los ponen en lugares que no son de su competencia, por ejemplo a la que estudia comunicación la ponen a vender literatura porque está bonita, etc., por ende, no saben lo que están vendiendo, ni conocen los títulos, en pocas palabras y haciendo voz tapatía con suspiro: ¡son tan brutos! Finalmente, no compré nada porque todo está en línea y más barato, lo único que saqué de mi visita fue una serie de moretones por el arrempujonamiento antes descrito y una admiración por lo cultural del tapatío.

Mis comidas fueron en su mayoría en casa, aunque pasé por algunos lugares típicos y otros no tanto, donde descubrí nítidamente una de las características antropológicas tapatías que deberían proponer las autoridades para luchar por su denominación de origen y que se podría intitular: ‘Me merezco algo mejor’. Y me explico, esta característica tiene la peculiaridad de hacer un sin fin de caras y gestos realizados por los oriundos de por allá que quiere decir que: ‘Aunque me veas trabajando de mesero (a), estacionacoches, limpiador de baños y/o garrotero, debería de estar mejor en… (Y aquí usted imagina las necesidades y/o sueños profesionales del caballero o damita en cuestión de lo que desea)’. Pero con un aderezo fundamental: El imaginar, además, que ‘Me quieren chingar’ o ‘A mí no me haces pendejo (a)’. Entonces, si le pides un vaso a un mesero para compartir el jugo con tu mamá, hacen cara de ‘Pinche jodido’ o ‘¿Nos quieres hacer mensos comprando sólo un jugo y disfrutando dos personas su estancia en mi restauran?’.

Y si les dices: ‘Señorita no te lleves mi plato que quiero seguir disfrutando de mis sobras con mi bolillo’ Ella te interrumpe con un desdén y un: ‘Le traigo otro’ y te imaginas que ella se imagina que tu eres un muerto de hambre. Esto con el debido levantamiento de cejas que quiere decir que recuerdes que ella está de mesera de paso, porque es una persona que debería de estar en un lugar mejor, por ejemplo, sentada en vez de ti y que mejor pidas otra cosa y no te llenes con puro bolillo, no nos quiera hacer pendejos, señor.

En el @ToksMx es el colmo de lo miserable, pides papaya y no te traen limón, tienes que pedirlo; pides bísquets y no te traen mantequilla, tienes que pedirla; pides internet y no tienen internet, tienes que tener tu propia clave de infinitum de Slim; o sea, cuando vi la raquítica y ahorrosa manera de servir en este restauran, me di cuenta que no era un descuido del mesero, si no que es una política de la empresa, pero de la empresa allá en GDL porque en el Toks de DF Monterrey o Guanajuato, te traen todo sin que se los pidas. Esto hace que la relación mesero-cliente se erosione,  porque yo cada ratito le pedía cosas que no me traía por miserabilidad de la empresa y él a cada ratito iba a la mesa y cada vez con más caras de la característica antropológica tapatía. Solo vi una luz al final del camino cuando me trajo la cuenta y con una sonrisota me dijo: ‘Buenos días, gracias por su visita’. Le dejé 5 pesos de propina.

La Fil lleva a amigos de todas partes del país y del mundo a mi tierra santa. Cené con una de ellas junto con sus amigos en el @SantoCoyoteGDL. La cena bien, la cuenta rara, la característica tapatía antropológica se amplía y camina hacía otra manera de descifrar lo jalisciense: hacerse los mamilas. Esto es, a poner en la cuenta que mi tequila 7 leguas costo $77.71 pesos (Setenta y siete pesos con 71 centavos) ¿No es una mamada? El lugar lleno de tapatíos llevando a extranjeros o visitantes de la feria a cenar, como el imbécil de yo. Otra característica: Vas al lugar malo y caro pero de moda para que te vean… como yo.

@FarmaciasGdl y @WalmartMexico Chapalita tienen un papel primordial en esta investigación antropológica sin querer de mi terruño. La primera por nacimiento y la segunda por acostumbramiento. Dos adjetivos que hacen de mi visita a comprar leche de mi nena, una aventura sin igual, o como diríamos los tapatíos en el exilio: ‘Como Guadalajara no hay dos’. Llegué primero a la trasnacional estadounidense, vi en la parte de lácteos para bebes la leche de mi niña, pero como me imagino que la gente se roba la leche en polvo a cucharadas, nada más están los cartuchos (contenedores de plástico con la forma de la lata, el cartón, etc…) y los cartoncitos que indican la marca de la leche que quieres comprar. Dicho esto, iba por una lata chica y tomé el cartucho más pequeño de la misma con el cartón respectivo.

Cuando llego a la caja, se registró con un precio de $368.00, me asusté, pero pagué gustoso la leche para mi niña. Me dispuse a canjear el cartucho en servicio a clientes y divisé una fila de 10 personas y a un solo chamaco del otro lado atendiendo devoluciones, compras, paquetería, facturas para los que no saben que es por internet, etc., en eso vi al supervisor y le pedí que si alguien ayudaba al susodicho, su cara fue de ‘Me merezco algo mejor’ y levantó ceja. Su respuesta fue contundente. Afortunadamente se despachó rápido la fila y sólo detenía mi trueque un tapatío que quería devolver unas cortinas que había comprado hace más de 30 días en un Walmart de Querétaro y exigía la devolución de su dinero, pero no a la tarjeta de crédito con la que las compró, si no en efectivo, con enunciados como: ‘Qué clase de tienda es esta’ ‘En mis viajes a USA nunca un Walmart me ha negado esto’ ‘Deberían de poner un letrero que diga que no se regresa dinero en efectivo si compras cortinas con tarjeta de crédito en Querétaro’, etc.

Mientras alegaba con el gerente el #LordDeLasCortinas, el chamaco se dispuso a canjearme mi compra y revisó y revisó y revisó y sacaba cajas y sacaba latas y no, pues ‘Usté disculpe pero no tenemos de su leche’. Afortunadamente me di cuenta que había comprado una caja de 2 kilos y no la latita que quería, porque el méndigo cartón de la de dos kilos estaba en un contenedor chiquito de latita pequeña. Me regresó mi dinero y en efectivo. Así que me dispuse a ir mejor a @FarmaciasGdl. Otra característica: tener un desmadre en las tiendas.

En las Farmacias vi China libre en la barra de medicinas y pedí mi latita, no sin antes recibir del atendedor la cara de la característica propia. Ya en la caja, se me adelantó un trabajador de la farmacia y compró dos shampus con vales de casa. Ya saben, mientras la cajera los revisaba, me puse a mirar a otras partes y cuando regresé mi vista a la caja, la señorita, no nada más había despachado al empleado que se me metió, si no que hizo en ese momento corte de caja y cambio de turno. No había nadie en la fila más que yo… ¿No se pudo esperar a cobrarme? ¡Jajaja!

Lo juro, ya ni me enojé, sacó su contenedor de billetes y se fue a la parte de atrás con cara de ‘huele pedos’ (Así les decimos a las mamilas en GDL: nariz mirando hacia arriba, ojos entrecerrados y como caballito de feria, sin voltear a los lados). Se aproximó el joven que me había atendido en un principio, fue a la parte de atrás por otro contenedor de billetes, lo puso en la caja, digitó sus claves, registró su efectivo, esperamos a que el sistema se actualizara, me cobró y me despidió con un ‘Gracias por su compra’. La característica aquí descrita es: ‘Salgo a las ocho y háganle como quieran’.

Ya para irme de la tierra que me vio nacer, con mi bebe de brazos llego al Aeropuerto Internacional de GDL que está en Tlajomulco, al revisar la pañalera para ingresar a la sala de espera, el idiota encargado anunció, no nada más a mí, sino a todo el centro aeropuertoario que  no podía meter el agüita Gerber que tenía para mi nena. Me enojé y le recordé que era para la comida del bebé y que en los aeropuertos que habíamos pasado la dejaron introducir. Con los ojos pelones, alzó la ceja y me dijo: ‘Lo siento’. No le creí. Pero me dio una solución: ‘Ponga el agua en los biberones y así puede pasarla’. ¡Jajaja!

Característica última: Solución tapatía, esto es, como ya fijé una postura y como soy tan orgulloso (a) para reconocer mi estupidez, le encuentro una solución surrealista al problema generado. El bote de agua Gerber no puede pasar, salvo si vacío su contenido en los biberones: ¿No es hacerle al pendejo?

Colonia Del Valle, México DF, diciembre 2013

2 comentarios:

  1. Jajaja, me he divertido mucho con este estudio antropológico.

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  2. Te faltó hablar de las rutas de transporte público donde por 6 pesos hay pasaje, masaje y agasaje y además no comentaste del delicioso batido de maíz fermentado con hielo: tejuino, Chavo, te quedas a medias, estas perdiendo la nacionalidad tapatía.

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